Competencias ciudadanas y ambientales

por Comunicaciones
Programa:Buen vivir: Calidad de vida urbana y rural
¿Dónde?:
Línea base:
Meta:
Presupuesto:
¿Con quién?
Responsable:

Simultáneo a los procesos mencionados, importa ganar en habilidades y competencias con relación a la gran herencia natural del cosmos y la inmensa herencia cultural del mundo social, acercar las personas al patrimonio material e inmaterial y a las estructuras institucionales buscando mayor comprensión del sentido de la época, el lugar de cada hecho y las reglas de interacción social para con la naturaleza y nuestra naturaleza, todo lo cual está albergado en gran medida dentro de aquello que denominamos lo público, los bienes públicos, el espacio público  y el paisaje natural y/o construido, desde la certeza que el bienestar particular está indisolublemente articulado con el bienestar colectivo y el cuidado de la naturaleza.

Aprender de nuestra infraestructura y su funcionamiento, del mobiliario público su sentido, uso y cuidado; de los equipamientos básicos como plazas de mercado, colegios, parques, zonas verdes, iglesias, salones comunitarios, etc.; de las dinámicas de salud, seguridad, cultura, etc. y el conjunto de reglas que hacen posible la vida en sociedad, limitando la ocupación del espacio público, el exceso de ruido, la intolerancia, los excesos de velocidad, la obstrucción de calles y cajeros bancarios, regular la tenencia de mascotas y sancionar el uso de calles y andenes como detritus caninos o los techos y árboles como sitio de caza para los gatos, etc.

Comprender las prácticas humanas que hacen posible la pervivencia de la vida a partir del cuidado de la naturaleza y generar prácticas que limiten el consumo desmedido y contaminante, el cuidado de nacimientos, cuencas, humedales, tuberas, rondas, bosques y suelos; la protección de lo inanimado y de todas las formas de vida.

Salvo excepciones por distancia o lluvia torrencial, semanalmente los niños deberán asistir a pie y durante el recorrido realizar, según la edad y el grado escolar, tareas que luego se evaluarán en una clase destinada a desarrollar el currículo de competencias ciudadanas y ambientales. Llegando una hora más tarde a la institución educativa y transformando el espacio público en un aula urbana o veredal.

Así, por ejemplo, los padres deberán enseñar a los pequeños como se cruza una calle, a saludar respetuosamente las personas conocidas, a contar el número de calles y su orientación entre la casa y el colegio, a caminar todo el trayecto sin ser llevados de la mano, a identificar las personas del aseo, los bomberos y demás uniformados; a pedir permiso o dar permiso entre otras muchas actividades debidamente organizadas en un currículo para ese grado que se acompañará todo el año lectivo. Así sucesivamente se irán precisando los grados de complejidad del currículo según se avance en edad y responsabilidades.

El gran dilema del consumismo es que toda posesión comunica, transmite símbolos de distinción, prestigio, soberbia, enajenación, transgresión o prosperidad, y en la vida humana es imposible no comunicar, y si solo podemos comunicar por medio de las cosas materiales, pues el consumo será desaforado, infinito e incontenible.

Esta forma de comunicación moderna, contraste con la forma y sentido de la comunicación de nuestros antepasados y en particular los indígenas Panches, que concebían el lenguaje como puente para invocar, comunicarse y refrendar su compromiso con lo sagrado sea un nacimiento, la lluvia, las plantas, las aves, el cuerpo, la comunidad o los acontecimientos del mundo. Entre esas dos concepciones risas, por comunicarse con las plantas diremos los occidentales, o por no tener que comunicar y entonces esperar que las cosas hablen por nosotros, pensarían ellos.

Que los objetos que tenemos hablen por nosotros trae consigo otros dilemas; el poseedor debe de estar a la altura de su posesión o de lo contrario le chilla, como por ejemplo quien tiene un piano pero no sabe tocarlo; a veces las cosas vulgarizan a su poseedor, por ejemplo cuando se hace un viaje de lujo y apenas traemos selfies pero desconocemos el idioma, la historia o la cultura del lugar visitado; el destino ignora el camino pero solo el camino edifica.

En fin, el día sin carro además de ser un ejercicio de cuidado a la naturaleza y nuestra naturaleza, puede ser un ejercicio que permita reflexionar acerca del ser meritorio, de la manera como nos apropiamos del espacio público y de que éste sea terreno de todos; a pensar la proporción de calles que deben de ser para el carro, la cicla o el transeúnte; a captar el murmullo urbano, el sonido de las aves y del viento; a volver a los diálogos ocasionales entre peatones, a apreciar los andenes y edificaciones; a sentir la noción de igualdad en ciudadanía; a rememorar los tiempos en que se iba a pie y solo o con los amigos al colegio y burlarnos del que era llevado por los padres y peor si lo llevaban de la mano; a mojarnos en los charcos si llovía y llegar a casa empapados y con más hambre, resumiendo, a sentir que se puede vivir más y mejor con menos carro y celular.