Contexto Histórico del Paisaje

por Comunicaciones

Antes de la conquista española, la geografía del Ecolectivo Nevados estuvo poblado por los indígenas Panches de la etnia Caribe, que progresivamente fueron ascendiendo por la  cuenca del río Guacacayo (hoy Magdalena), hasta asentarse en el Norte del Tolima y el Occidente de Cundinamarca con una población que sobrepasaba los 200.000 habitantes ocupados de la caza, pesca, agricultura, alfarería y orfebrería. Martínez, A. y Jiménez, J (2.005). 

Su denominación como Panches hace referencia a “la gente del bagre”, entendida como una gran nación de familias extensas que se extendían hacia las zonas aledañas en ciclos de confrontación, comercio e integración dado su gran interés por otras cosmogonías y otras lenguas que se esforzaban por entender y asimilar antes que arrasar. Por ello, las personas encargadas de dirimir los conflictos con otras tribus y posteriormente con los españoles, sorprendían por la facilidad con la cual en poco tiempo se expresaban en el lenguaje de la contraparte y más aún, que estos equipos de negociación eran compuestos en su totalidad por mujeres hermosas que mostraron gran habilidad para las relaciones públicas y también para la guerra.

De hecho, el Dios mayor de los Panches era Nacuco de género femenino al que le seguían otros como Locombo Dios del tiempo, Lulomy del agua y del monte, y Eliani de las cosas y las cosas malas entre otros tantos que apoyaban las cosechas, la fertilidad, la salud y asuntos de la cotidianidad propia de esta población. 

En general, adoraban la naturaleza de la que se sentían constituidos como gente del monte y en caso de disponer de ella primero la honraban como ser generosa de proveer el alimento, pues el río, el bosque, los animales o las plantas tienen alma y por consiguiente deben ser objeto de consideración equivalente a la de cualquier miembro de la tribu.

Su organización política puede describirse como una confederación de tribus, cada una de las cuales elegía su propia dirigencia por cualidades como el valor y la sabiduría sin importar linajes, sexo o posesiones. El siquima era a su vez orientado por un grupo generalmente de ancianos y chamanes que dirimían las decisiones sobre cosechas, conquistas y otros asuntos de interés colectivo; los capitanes habrían de encargarse de la defensa del territorio y según la magnitud de los retos a enfrentar, se aglutinaban alrededor de siquimas considerados de mayor capacidad para dirigir las tareas estratégicas. 

Por referencia de los cronistas, impresionaba el orden y el aseo al interior de sus viviendas que eran construidas con madera y techo de paja, alejada de ellas se encontraban fosas donde disponían de las sobras de alimentos en las cuales los arqueólogos encuentran huesos de mamíferos, aves y pescados descomunales pero en ningún caso se han encontrado restos humanos que pudieran sugerir antropofagia como lo propagaron posteriormente los conquistadores.

Eran, además, un pueblo de orfebres y ceramistas de gran capacidad artística, aunque los testimonios de esta actividad son escasos debido al saqueo al que fueron sometidos en esos tiempos por los sacerdotes cristianos, quienes eran las personas autorizadas para la exhumación de las tumbas y, de paso, el acceso a los pectorales y reliquias allí contenidas.

Para los Panches, el oro no tenía valor en las actividades comerciales y, al ser considerado este metal como rastro del sol en la tierra, frecuentemente se usaba para actividades chamánicas que facilitaban el movimiento hacia niveles espirituales, lo cual facilitaba la curación de sus gentes y la planificación de las actividades sociales. De hecho, uno de los pectorales rescatados representa, según la interpretación de los arqueólogos, «el vuelo del chamán», para representar la transformación del hombre en ave. Fue justamente la presencia de estos materiales en oro lo que encendió el espíritu «civilizador y evangelizador» de los conquistadores al enterarse de la abundancia de oro y plata en el costado oriental de la cordillera Central.

Con la llegada de Gonzalo Jiménez de Quezada a Honda y posteriormente a Santa fe de Bogotá por año de 1.538, se organizaron expediciones hacia las laderas de los nevados que necesariamente habrían de pasar por territorios Panches y Pijaos, lo que significó una tenaz resistencia frente a un ejército bien armado y formado a través de siglos de la lucha contra los moros en Europa; adicional, a los conquistadores se aliaron los muiscas con un ejército de flecheros que terminaron sometiendo estas poblaciones caribe a la muerte, la esclavitud, el desplazamiento y el suicidio. Pese a la desproporción de fuerzas, la valentía de estos pueblos queda representada en la memoria de síquimas como Bituima, Anolaima; en caciques como Yulima, Anapuya, Francisca Bella y Orocomay, y en capitanes como Imibi, Antar, Chira e Ibicora, entre otros muchos.

Durante este periodo, los indígenas capturados eran sometidos a la esclavitud en haciendas y minas, siendo frecuente que se les cortara el jarrete para evitar que huyeran; en las fiestas patronales también era usual usar los niños menores en orgías luego de las cuales se arrojaban a los mastines para cebar la jauría con el gusto a la carne indígena, hechos estos que podrían explicar en buena medida la campaña de desprestigio a las poblaciones Panches y Pijaos que apenas se mencionaban y trataban como bestias carentes de cualquier condición humana, pero además, explica las razones por las cuales numerosos aborígenes se desplazaron y muchos de ellos prefirieron el suicidio.

En esa lucha de los conquistadores contra la población Panche se fueron organizando avanzadas militares y centros poblados; Ambalema fue encomienda de Tomás de Bocanegra con asentamientos adicionales en Rio seco, Colombayma y Guataquí; A algunos de los conquistadores se les otorgaba determinado territorio y a cambio se les encomendaba introducir en la fe cristiana y las buenas costumbres a determinada población indígena, a su vez dicha población debía pagar un tributo en trabajo o bienes a los encomenderos como gratitud por tales favores. Una vez diezmadas las tribus Panches y garantizado el acceso a las minas de la vertiente Oriental de la cordillera Central, se procedió a la fundación de Ambalema el 15 de agosto de 1.627 por parte del conquistador Lesmes Espinoza.

En el Siglo XVIII se dio impulso al cultivo de tabaco, que en su mayoría era comprado y comercializado por compañías holandesas para satisfacer la alta demanda en Europa, lo cual favoreció el florecimiento de la actividad agropecuaria, comercial y bancaria en Ambalema pese a los bajos precios comparativos a los cuales se compraba en la zona. Tal fue el impacto económico de este producto, que en 1.826 las rentas por tabaco significaron cerca del 34% de los ingresos fiscales del país, según lo registra Soriente (2.019).

Al igual que Ambalema, Lérida y Guayabal fueron erigidos sobre poblados Panches que se sometían a la encomienda a fin de establecer enclaves económicos y avanzadas militares; el más antiguo de ellos Guayabal (1.539), fundada como un distrito por las avanzadas de Sebastián de Belalcazar con cabecera en La Parroquia, muy cerca del río Sabandija donde aún se encuentran numerosos hallazgos de la civilización Panche. Más al Sur y por el año 1690 se instaura una encomienda en el poblado indígena de Coloya, cuya población se rebeló frente a los propósitos evangelizadores y civilizatorios de los conquistadores hasta que finalmente se traslada el poblado a la hacienda “Peladeros”, asentamiento que se legaliza el 26 de junio de 1.777 y cambia su nombre por el de Lérida en 1.851.

En el caso de Santa Isabel, los indígenas Panches poblaban esas tierras y rendían culto al volcán Poleka  Kassue o Santa Isabel como ahora de denomina; a mediados del Siglo XVI, fue hallado un poblado Panche a cargo del cacique Agocha, los cuales fueron desplazados para iniciar una incipiente explotación minera y alrededor de estas avanzadas se realizó posteriormente el proceso de colonización a cargo de antiguos trabajadores del tabaco provenientes de Ambalema,  hasta que a finales del siglo XVIII y más precisamente el 12 de septiembre de 1.893 se funda el caserío “Tolda de María”, por parte de Simeón Cardona Muñoz, José María Álzate, Pedro Alcántara Rivera, Cesar Ramos y Julián Cárdenas, que 4 años después es reconocido como caserío del municipio de Venadillo.

Durante la guerra de los “Mil Días” las guerrillas conservadoras de Anzoátegui y Santa Isabel se pusieron a la orden del general Pompilio Gutiérrez, con el propósito de enfrentar las guerrillas liberales de Tulio Varón en los alrededores de Venadillo. Finalmente y con el triunfo conservador se consolida la “regeneración” instaurada por Núñez y se consolida un ciclo de hegemonía conservadora en el Tolima, siendo una de sus cabezas visibles  el general Manuel Casabianca que ejerció como jefe militar y civil en el año de 1.879 y posteriormente como gobernador del Tolima 1.885-1.887, tal como lo refiere.

 Trecientos años de guerra contra la población Panche llevaron a la casi que total extinción de estos seres humanos ya sea bajo la violencia de la cruz o la espada, por medio de la guerra bacteriológica cuando los españoles arrojaban cadáveres con enfermedades letales en sus fuentes hídricas, por trabajos excesivos en las minas y encomiendas o incluso por suicidio de los propios nativos que optaban por la muerte antes que el sometimiento. Así, en tiempos de la colonización y reforma agraria de mediados del Siglo XIX son pocas las referencias que se tienen de personas panches en la vertiente Oriental de la cordillera Central.

Las dinámicas socioeconómicas que propiciaron la colonización de la vertiente occidental de la Cordillera Central, se remontan al ciclo de reformas emprendidas por los gobiernos del llamado “Olimpo Liberal” a mediados del Siglo XIX, entre ellas la reforma agraria vía expansión de la frontera agropecuaria en el viejo Caldas y el Noroccidente del Tolima.

Los registros de historia sobre el Norte del Tolima en el costado oriental del nevado del Ruiz y donde actualmente se asientan los municipios de Santa Isabel, Líbano, Murillo y Villahermosa, se remontan a las crónicas de Juan Freide en 1.582 (Rivera, 2014. P 1), en las que se menciona la presencia de indígenas Panches de las tribus Arbi y Mineima en un territorio considerado sagrado para las poblaciones nativas del centro de Colombia, que estimaban el volcán nevado del Ruiz como germen de sus mitologías por la imponencia del paisaje y sus erupciones periódicas, pero solo hasta 1.848 se reportan los primeros asentamientos de colonos provenientes de la vertiente occidental de la cordillera.   

En contraste con estos procesos de conquista y colonización, el poblamiento del Líbano viene acompañado e inspirado por las ideas de líderes formados dentro del espíritu de las reformas sociales promovidas por las Sociedades democráticas y el “Olimpo Liberal”, del que hacía parte el general Isidro Parra y otra serie de libre pensadores, que veían en estas tierras la posibilidad de materializar los postulados de justicia social tan promovidos por el socialismo utópico europeo, con los que el general Melo se familiarizó durante su estadía de Alemania. 

Tal como lo refiere Ríos González (2.012. p 3), el general José María Dionisio Melo y Ortiz era oriundo de Chaparral y desde muy joven se enlistó en el ejército libertador, participando en un gran número de batallas contra el Virreinato de La Nueva Granada. Su fidelidad al pensamiento de Bolívar le significó el destierro a Venezuela, donde continuó luchando al lado de Páez hasta que este se alió a Urdaneta quien precisamente conspiró contra Bolívar, lo cual le valió un nuevo destierro hacia Alemania donde perfeccionó su oficio militar y se familiarizó con las ideas socialistas muy difundidas en Europa. Regresa en 1.840 y se une a la actividad política fundando las “Sociedades Democráticas”, donde artesanos, intelectuales, obreros y campesinos estudiaban las ideas socialistas y anarquistas de la época en contra de la esclavitud, la importación de bienes que lesionaban la industria local, los intereses de usura y se abogaba por una reforma agraria que finalmente fue aprobada en 1.850 durante el gobierno de López.

Las medidas de López no fueron de buen recibo por hacendados y esclavistas, lo que dio origen a una rebelión conservadora sofocada por José M. Melo en 1952, dando paso un poco después al gobierno del general Obando al que las Sociedades Democráticas le exigían profundizar las reformas precedentes, en especial la de regulación de las importaciones extranjeras y el fomento a la industria nacional; ante las vacilaciones del gobierno se produce la llamada “revolución de los artesanos”, que designó a Melo como presidente el 17 de abril de 1954 luego de la batalla de Tiquiza.   Su gobierno contó con el apoyo de grandes sectores urbanos, pero careció de soporte político en el área rural donde hacendados y mineros defendían el rol colonial de la Nueva Granada como exportador de materias primas y consumidor de productos manufacturados provenientes del extranjero; finalmente Mosquera depone a Melo el 4 de diciembre de 1954 y el año siguiente es deportado a Panamá, desde donde participa en diversas sublevaciones sociales por Centro América incluida su vinculación al ejercito de Benito Juares en México hasta que en Junio 1 de 1860 es asesinado durante la defensa de Zapaluta. (Vargas, 1934) 

Es en los ejércitos de Mosquera, López y Melo donde se forma el general Isidro Parra fundador del Líbano, inspirado en las ideas socialistas y la reforma agraria de 1.850; tal experiencia permite comprender la vasta cultura de Parra como autodidacta y lector ávido de los más diversos pensadores de la época, entre los que cabe mencionar a Alan Karde y los lineamientos del congreso espírita de Barcelona que promovía la igualdad de géneros, una enseñanza básica para todos, el desarme de los ejércitos, el carácter secular de los cementerios, el registro civil como documento único y el matrimonio civil. Santa (1.995)

En contraste con los primeros colonos que llegaron a la región a mediados del Siglo XIX con hacha, machete, escopeta de fisto y ávidos de riqueza, el general Parra llegó también con sus libros, una imprenta y posteriormente un piano traído de Alemania, buscando materializar el ideario socialista y la reforma agraria que defendió durante el gobierno de José Hilario López, razón por la cual, según el acta de fundación de la aldea del Líbano en marzo 4 de 1.887, se proclamaba la repartición de la tierra en parcelas de 32 hectáreas y se procedió al trazado del centro urbano en cuadrículas y sus calles  de Oriente a Occidente y de Sur a Norte en línea recta según lo diseñado por el ingeniero Ramón Arana, quien posteriormente habría de fundar la población de Murillo por la ruta a Manizales a unos 3.000 msnm, lo que propició la migración boyacense como población más adaptada a estas alturas y a los cultivos de clima frio. Santa (1997). 

La idea de instaurar en el Líbano un asentamiento con hondo sentido de equidad económica,  social y cultural chocó con la perspectiva de los colonizadores llegados 15 años antes de Isidro Parra, que buscaban establecer grandes haciendas a la usanza de la época abarcando la mayor área posible; entre ellos estaba Desidere Angee, persona contratada para erigir el Capitolio Nacional y que llegó a estas tierras para montar su hacienda en compañía de una monja que por casualidad se rezagó cuando migraba hacia Venezuela, luego de que Tomás Cipriano de Mosquera expulsara las congregaciones religiosas del país y expropiara sus bienes; Pardo (2.016), solo con el pasar de los años Parra y Angee salvaron las distancias, no así con los primeros colonos que ya poseían áreas importantes de territorio a las que no estaban dispuestos a renunciar, y menos aún con los políticos conservadores de las poblaciones vecinas y los gobiernos departamental y nacional a los que les resultaba inconcebible la fundación del poblado que no gravitara alrededor de las torres blancas de una iglesia, que pugnara por la distribución equitativa de la tierra o crease un cementerio para laicos en 1.912, pero además les parecían escandalosas sus inclinaciones teosóficas y amenazantes sus ideas políticas; en suma, aunaron recursos y razones suficientes para consumar el asesinato de Isidro Parra el 17 de marzo de 1.895. 

Por aquella época el Líbano acogía a los perseguidos políticos o religiosos y a los librepensadores de diversos lugares del país, lo que favoreció una gran actividad cultural que se evidencia en los impresos que semanalmente circulaban y en los cuales se registró la primera proyección de cine el 14 de junio de 1.913 por parte del CINE América, propiedad de la sociedad Jadet y Mustafá, mientras en el año de 1.927 se emprendió la filmación de la película “Los amores de Kelif” por parte de la Filmadora del Tolima SC, cuyas copias se quemaron durante su circulación por los cines de Antioquia. Pese a ello, el entusiasmo por la zarzuela, el cine y el teatro permanecieron en las salas de los teatros, Colombia y Andino hasta la época de violencia partidista de mediados del Siglo XX, perdurando el último de estos hasta principios del siglo XXI. Así, para el año de 1.940 el Líbano contaba con 2 periódicos, 1 revista semanal, 2 salas de cine, 2 bandas de música, 3 orquestas y varios colegios del orden nacional y privados. Arango, L (2021. P 125).

La actividad educativa fue prioridad para este tipo de habitantes, razón por la cual fundaron el primer colegio en la casa de Isidro Parra que así mismo enseñaba idiomas y geografía universal, su hija Olinda hacía lo propio en música, literatura y poesía, mientras las otras áreas estaban orientadas por una institutriz traída de Bogotá, Susana Angarita, quien con las hermanas Fanny y Clara Hartmann habrían de fundar el colegio para mujeres Sagrado Corazón de María, que luego quedó a cargo de las hermanas franciscanas en 1.935.  En 1.912 Helí Botero funda el colegio Líbano, en 1931 se establece el Instituto Nacional Isidro Parra, en 1937 el Antonio María Claret y poco después la Escuela de Artes y Oficios, que en la actualidad se denomina Técnico Industrial; en 1.942 el bachillerato femenino Nuestra Señora del Carmen, en 1.950 el Amparo para niñas afectadas por la violencia partidista, hoy Nuestra señora de Lourdes, además del Instituto Tolima y otros colegios de secundaria en cada uno de los corregimientos del municipio.

Cabe resaltar que buena parte de los bienes y servicios públicos del municipio fueron inicialmente emprendidos por personas particulares asociadas con el ánimo de inscribir la región a la modernidad del mundo que percibían a través de las personas que venían con las compañías extranjeras, los educadores de otros países o llegados de Bogotá y los libros que circulaban a través de los círculos teosóficos y socialistas, basados en redes de solidaridad que materializaban de ésta forma el ideario de su fundador. Así se erigieron los cines y teatros, la central eléctrica e iluminación pública, los primeros colegios, el hipódromo, los periódicos y revistas, el parque infantil, el amparo de niñas, el estadio de futbol, la sociedad Vicentina, el club social y otras obras que posteriormente fueron consolidadas por las instituciones gubernamentales.

El general Isidro Parra también contribuyó decididamente al desarrollo de la economía regional, siendo la persona que inició y promovió la actividad cafetera que habría de dinamizar la vida del Líbano hasta nuestros días, luego de lo cual se establecieron haciendas cuyos propietarios alemanes, ingleses y oriundos del municipio exportaban directamente hacia Europa su producto, al mismo tiempo que de retorno llegaban libros y mercaderías que alimentaban la vida cultural y material de sus gentes. En 1.917 se inició la generación y distribución de energía eléctrica por parte de Empresas Eléctricas del Líbano con recursos de accionistas entre los cuales se cuenta Alfredo López y la ejecución de la obra por parte de Rafael Calvo, ingeniero de la universidad de Chicago que posteriormente se radicó en este municipio. Entre tanto, el Líbano aumentó su inventario de cafetos desde 1 millón a 10 millones, alcanzando a ser el segundo productor nacional de este grano que requirió de 6 trilladoras, más de 500 operarias y varios talleres de fundición y mecánica para el mantenimiento de máquinas destinadas a la actividad agropecuaria de beneficio del café y producción de panela. 

Con el crecimiento de la población a principios del Siglo XX, llegaron nuevas gentes desde Boyacá, Cundinamarca y el resto del Tolima que llevó a la consolidación de la colonización en el área rural y muy especialmente en la zona adyacente al nevado del Ruiz, lo que a su vez implicó la expansión del área urbana que manteniendo su trazado original, fue acogiendo viviendas para los nuevos pobladores y sus propias tradiciones culturales, por lo que se pueden apreciar viviendas de tabla parada, muy al estilo de aquellas que predominan en Murillo como parte del acervo tradicional de los boyacenses y casas de bahareque de arquitectura antioqueña. El área sigue siendo generosa debido al gran número de personas por familia, mientras en el solar predominaban los árboles de guayaba, naranja y chirimoya que servían para la recreación de los niños y el consumo de sus frutos. 

Para Sánchez (1976. P 17), en el Líbano se presentó un fenómeno de inversión extranjera para la actividad cafetera que ha sido poco estudiado. Así por ejemplo, la hacienda La Moka pertenecía a la Tropical Cofee Corporation de New York, la Trinidad a los Millinthon y Planes a los Weber, quienes además participaban de la trilla y comercialización del café hacia los mercados internacionales, lo que hizo la región más sensible a la depresión económica mundial de los años 1.928 a 1,930; adicional a estas haciendas, habían otras 4 haciendas que en su conjunto sumaban cerca del 50% del café plantado, lo que llevó a tensiones acerca de la relación con la tierra y gran escasez de mano de obra por la demanda en la industria y la infraestructura; lo anterior, aunado a los bajos precios del café y el súbito descenso de los ingresos del campesinado, se condensaron en el levantamiento Bolchevique del 29 de julio de 1.929, cuando la contraorden de Bogotá no alcanzó a llegar por lo que artesanos, campesinos e intelectuales iniciaron la insurrección relativamente exitosa, pero sofocada rápidamente por la ausencia de acciones similares en el resto del país.

Pasada la crisis, la población reemprendió su proceso de prosperidad que ya se viene mencionando y los sectores socialistas volcaron su vocación al lado de López Pumarejo y la “Revolución en Marcha” hasta el desgaste de este ciclo social y la emergencia de Jorge Eliecer Gaitán como continuador renovado de dicho ideario, en condiciones muy adversas para los liberales del Líbano por la vecindad de municipios conservadores desde donde se emprendían acciones violentas auspiciadas por el gobierno nacional y la policía de la época. Tales tensiones tuvieron su máxima expresión con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1.948, que desencadenó una fuerte reacción social en los municipios liberales, muchos de los cuales depusieron los gobiernos locales designados por el gobierno nacional para erigir juntas democráticas de gobierno como sucedió en el Norte del Tolima con poblaciones como Líbano y Armero donde además se asesinó un cura de marcada tendencia conservadora porque se rumoró que poseía bombas y disparaba contra la población desde la torre de la iglesia. Sánchez (sin más referencias). 

Así se ensombreció aún más todo el territorio del Líbano, acosado permanentemente por bandas de pájaros armados que al lado de la policía y los organismos de seguridad imponían todo tipo de atrocidades sobre la población previamente desarmada, hasta que emergieron pequeños núcleos de resistencia, de venganza o de rebelión en muchas regiones de Colombia que condujeron a la firma de un acuerdo entre liberales y conservadores para la alternancia en el poder denominado Frente Nacional. Pese a ello, las venganzas, ajustes de cuentas y las luchas por reformas sociales prevalecieron hasta los años 60, cuando se profundiza el proceso de pacificación y se emprenden iniciativas de reforma agraria que dieron trámite hacia otro ciclo de prosperidad con su culmen en la bonanza cafetera de los años 70s del Siglo XX, que se acompañó de mayores índices de productividad por hectárea debido a la siembra de nuevas variedades, la eliminación de sombríos y el incremento en la aplicación de agro insumos.

Dicho ciclo fue relativamente efímero, pues con la ruptura del Pacto Internacional del Café sobrevino un desplome de los precios, apareció la roya y poco después la broca con fuertes afectaciones sobre el cultivo y la producción que ya decaía por el costo de los insumos. Bien pronto empezaron las quiebras y embargos, en momentos en que los cafeteros esperaban que las retenciones a que fueron sometidos durante la bonanza los sacaran a flote, pero no fue así, pues los recursos del Fondo Nacional del Café habían desaparecido, y las inversiones de los cafeteros en el Banco Cafetero, la Flota Mercante Gran Colombiana, ACES y otro gran número de grandes empresas habían sido vendidas por bajos precios al capital privado.

De la esperanza se pasó a la indignación y los cafeteros del Líbano empezaron a organizar algo increíble en los 100 años precedentes: el paro nacional cafetero de 1.993 que bien pronto movilizó a otros agricultores de la geografía nacional. Luego ocurrió la toma del parque central del Líbano durante cerca de 1 mes ante la negativa del gobierno nacional a condonar las deudas del sector, y  poco después en Manizales se realizó una asamblea nacional en el Eje Cafetero en la cual se evidenciaron dos posiciones, la de Dignidad Cafetera proclive a una negociación sobre la base de las pocas ofertas gubernamentales y la del Norte del Tolima que propuso sostener las demandas y radicalizar la protesta, finalmente se apoyó la segunda iniciativa que pasó a la toma del parque Murillo Toro de Ibagué y posteriormente una marcha sobre Bogotá, que permitió la condonación diferencial de las deudas favoreciendo en mayor medida las de los pequeños agricultores. 

Simultáneo a la crisis cafetera y a raíz de ésta, sobrevino la presencia de grupos insurgentes como el ELN, las FARC y otro grupo de ideología difusa autodenominado ERP, a la par con grupos contrainsurgentes de la AUC del Magdalena Medio, la línea Tolima e incluso de las AUCC; cada uno de ellos en áreas delimitadas y choques frecuentes en sus fronteras, buscando de ésta forma la hegemonía territorial en una geografía que por su historia debía de ser definitivamente emancipada o dominada según fuese la perspectiva de los actores. En poco tiempo sobrevino la extorsión, el secuestro y la venta de “seguridad”, que aunadas a la crisis económica prevaleciente propiciaron una segunda oleada de migración hacia las grandes ciudades, al igual que ocurrió durante la época de violencia partidista de los años 50s del Siglo XX. Paradójicamente, la alta presencia de armados generó un equilibrio precario que evitó la ejecución de masacres o grandes desplazamientos forzados por a temor a otorgar ventajas políticas al contendor; de igual manera, la población civil independientemente de su postura política pudo desarrollar redes de solidaridad que intercedían por amigos y conocidos, evitando los fenómenos sangrientos que se presentaron en otras zonas de Colombia, obligando indirectamente a los grupos armados a que se dirimieran entre sí. 

De ésta forma las propiedades rurales y urbanas fueron abandonadas, vendidas a muy bajo precio o apenas sostenidas de manera precaria por aquellas personas que persistieron o sencillamente no tenían otro destino. Al igual que en la violencia partidista emergieron nuevos propietarios, personas con oportunidades restringidas e ingresos modestos que pudieron adquirir propiedades por precios irrisorios; esa limitación de oportunidades que en la mayoría de casos les precedía, traía consigo viejos sentimientos encontrados frente a los propietarios tradicionales y sus formas políticas, lo que les llevó a alinderarse con el ala más conservadora del espectro político como estrategia para lavar su imagen al declararse víctimas de la confrontación, cuando en realidad prosperaron a costa de las reales víctimas de la misma. 

Estos nuevos ricos bien pronto atrajeron a la región nuevos ricos, de los que en algunos casos se desconoce el origen de su riqueza; simultáneamente y desde los gobiernos nacional, departamental y local se estimula la minería, con lo cual llega una oleada de población con capacidad de inversión o en búsqueda de oportunidades, que transforma buena parte del horizonte cultural, económico y político del municipio. Aparecen entonces numerosas iglesias evangélicas o protestantes hasta alcanzar cerca de 70 en el municipio, se evidencia el préstamo a gota a gota y la ocupación desmedida e informal del espacio público, aumentan los bares con sonido estridente, el micro tráfico de estupefacientes, la intolerancia y otras escalas de valores donde abundan las cabalgatas, carros de alta gama, las siliconas, uñas largas y un avance imprevisible del conservadurismo ideológico, hasta que esta oleada de informalidad termina accediendo a la Administración Pública propiciando nuevas oleadas de informalidad que se aprecian en la ocupación de zonas de alto riego e invasiones para vivienda, la parcelación de fincas en minúsculos predios sin servicios básicos, la demolición de casas con valor patrimonial para erigir edificaciones hechizas para micro viviendas y micro locales, la expansión de las áreas productivas a costa de los nacimientos y cauces de agua, la conexión de decenas de líneas fraudulentas o legales en los postes de alumbrado, sin dejar de mencionar constreñimientos políticos y otras prácticas durante las elecciones a plena luz del día.

Tal situación genera nuevas redes de solidaridad y opinión que terminan apreciando como amenazantes para la población y las futuras generaciones ese modelo de no pasado – no futuro, y se inicia la reactivación de las actividades culturales y sociales para la defensa y ocupación tímida del espacio público cedido, como ejercicio de ciudadanía que habrá de activar desde las reservas de tradición del municipio los argumentos necesarios para proponer formas de relacionamiento más equitativas, dignificantes y sustentables acordes con los avances de la sociedad en el Siglo XXI.

Tal como lo consigna el Esquema de Ordenamiento Territorial del municipio de Murillo (Alcaldía Municipal Murillo, 2019) (PP 23-25), esta localidad fue erigida el 24 de octubre de 1.872 sobre el camino del Ruiz que conectaba Antioquia con el Norte del Tolima, destinando el Gobierno Nacional 22 ha para vivienda y ejidos, mientras en el área rural fueron titulados en el año de 1.877 y por gestiones de Ramón Arana 1.018 predios que abarcaban 12.000 ha.

Posteriormente durante el ciclo conservador de la” Regeneración” (1.886-1.889), el general Eutimio Sandoval promueve la distribución de nuevos baldíos a sus paisanos y copartidarios procedentes de Boyacá y Cundinamarca, lo que facilitó la llegada de nuevas migraciones hacia la parte alta, alentada además por el enganche de campesinos del altiplano en las haciendas cafeteras, que luego de las cosechas buscaban su prosperidad en las partes altas que se asemejaban a las tierras de su procedencia. 

De allí que al menos el 19,3% de la población reconoce su ascendencia boyacense y el 9,4% desde las tierras de Cundinamarca. Por su parte y tal como se menciona en un borrador de Esquema de Ordenamiento Territorial el municipio de Villahermosa (Alcaldía Municipal de Villahermosa, 2003) hizo parte de otra oleada de colonización antioqueña encabezados por Nacianceno Gallego, Leocadio Castaño, Alejandro y Manuel Echeverry, fundan la población en el año de 1.863 en la región conocida como El Placer, al que posteriormente le dieron el nombre de La Bonita, dependiente del Distrito de Santo Domingo, hoy Casabianca.

Por las condiciones climáticas, el municipio se consolidó alrededor de la actividad cafetera cuyo café trillado era transportado hasta Honda por la vía de San Felipe, para su posterior embarque hacia el mercado internacional. Simultáneamente, en su parte alta se fueron estableciendo ganaderías y predios destinados al cultivo de la papa, arracacha, arveja y cebolla; mientras los sectores cálidos se destinaron al cultivo de la caña y en menor grado cacao.

Históricamente las poblaciones de Murillo y Villahermosa han trasegado por tensiones sociales y políticas relativamente disímiles; el primero de estos municipios participó de las acciones bolcheviques del 28 de julio de 1.929 y del alzamiento de los liberales el 9 de abril de 1.948, mientras en el municipio de Villahermosa prevalecía un repudio a tales hechos y fue desde esos territorios que se desplegaron bandas armadas y regimientos oficiales para realizar retaliaciones sobre las poblaciones del Líbano y Murillo, en lo que se entendió como el ciclo de “La Violencia” que sumió a estas poblaciones en el terror y el atraso socio económico, dado que un alto porcentaje de sus ciudadanos fue diezmado o tuvo que abandonar las tierras y demás medios económicos para salvaguardar sus vidas, dejando atrás el ciclo de prosperidad y bienestar alcanzado durante las décadas anteriores.

Solo hasta mediados de la década de los 60s del Siglo XX, estos municipios emprenden una nueva senda de progreso, que tiene su mayor apogeo durante la bonanza cafetera de la década de los 70s y la ampliación de los cultivos de papa y arveja en Murillo y la parte alta de Villahermosa, todo ello, hasta la firma de acuerdos internacionales que en 1.990 hicieron de los alimentos commodities, vía reducción de incentivos internos y aranceles, estandarización de calidades y ruptura de antiguos pactos internacionales entre productores. Ello significó una baja en los precios y el ingreso de alimentos de otros países, que sumieron el sector agropecuario en crisis y dio comienzo al remate de fincas que no podían cubrir sus obligaciones crediticias.

De esta forma se incrementa el desconcierto y la resistencia social que propició el paro cafetero de 1.993 y el auge de los grupos insurgentes en la región, generando un nuevo ciclo de confrontación que llevó al abandono de predios y migración a otras ciudades y decaimiento general de las condiciones socioeconómicas, en medio de la polarización y fragmentación social.

La actividad agrícola se vio reducida por la baja en la mano de obra, el deterioro de la infraestructura para el transporte de productos y los bajos precios que inducía la importación cada vez mayor de alimentos; adicional a lo anterior, el sistema de subsidios gubernamentales estimula el traslado de muchas familias a los centros urbanos. De esta forma, áreas anteriormente destinadas a cultivo fueron utilizándose para la ganadería de carne y leche, que demanda menos trabajadores e insumos.

Finalmente, y con el avance de la carretera Cambao- Manizales, se incrementa la demanda de mano de obra para los trabajos de infraestructura, mantenimiento de vías y últimamente el turismo hacia el nevado del Ruiz, lo cual se insinúa como otra dinámica socioeconómica promisoria, que sin embargo aplaza las tareas de renovación agropecuaria y mejoramiento de las condiciones de vida para la población.

La solidaridad en los hechos tiene varios antecedentes, entre los que podríamos mencionar el impulso modernizador de la revolución verde, la conversión de la naturaleza en dinero y los alimentos convertidos en commodities (mercancías sometidas a la especulación financiera), generó la ilusión de un campesinado gerencial hinchado de billetes. Como consecuencia de esta ilusión los campos fueron arrasados por el monocultivo, la minería y la tala indiscriminada, mientras un número creciente de campesinos terminaron endeudados, comprando en el pueblo los alimentos que antaño se producían en sus predios y seriamente afectados por la importación de alimentos.

Es en este contexto y durante la confinación por pandemia, donde muchas personas adoptan formas de vida no urbanas y alternativas más ambientales que privilegian la salud y el bienestar por sobre el exclusivo afán de lucro (Por ejemplo: los neo rurales); así, cada uno inicia a su entender la recuperación de rondas sobre los cauces de agua, proscribe la cacería, aumenta la siembra de maderables, forrajes y frutales asociados a otros cultivos y en las cercas; establece áreas para cultivos que den seguridad alimentaria, diversifica la dieta sin aplicar agro tóxicos, emprende proyectos ecoturísticos, de avistamiento de aves y de a poco, establece formas distintas de usufructo (uso y disfrute) de la propiedad rural y la vida urbana.

Esta actividad individual que a veces no se compartió por el temor a parecer rebelde o exótico, se va conversando con vecinos y amigos que expresan simpatía, respeto y pequeños gestos de apoyo que avanzan hacia nuevas formas de acción ambiental, alentadas por acciones similares en otros lugares del planeta, o por una institucionalidad con políticas coincidentes. Es aquí donde un funcionario de Parques Nacionales Naturales sugiere la posibilidad de registrar los predios como Reservas Naturales de la Sociedad Civil, lo que se entiende como una excelente manera de refrendar jurídicamente lo que ya se venía haciendo individualmente, de trascender lo personal, actuar como grupo y agregar un tercero de Ley con carácter institucional.

Esta tarea no ha sido fácil y aún no se culmina luego de 6 años pese al apoyo de la Unidad de Parques Nacionales Naturales, que envió desde la regional Noroccidental un equipo de técnicos dispuestos a estimar el valor ecológico de los predios, apoyar el ordenamiento ambiental de los mismos y contribuir a la realización de los trámites correspondientes, para unas 23 fincas que representaban cerca de 900 hectáreas. Después de las visitas a cada predio, planos IGAC, verificación de los certificados de Tradición, ordenamiento de áreas, diligenciamiento de formatos, etc., la información y documentos se enviaron a Ibagué para la coordinación formal entre Parques Nacionales Naturales y Cortolima donde después de algún tiempo de espera fuimos informados de manera informal que toda esa documentación “se perdió”. Nuestro colectivo, más dado a la acción ambiental y a concitar la articulación de voluntades que a las acciones legalistas de orden penal a las que había lugar, insistimos en re-emprender todos los procedimientos con Parques, Cortolima y un operador asignado para tal fin: Corcuencas y posteriormente la Asociación Selva, con quienes se retomó la tarea de registrar los predios iniciales, más otros tantos donde los propietarios se suman a estas expectativas.  Hasta el momento y luego de 6 años de gestiones llega eventualmente alguna información a los propietarios individuales, informándoles que se archivó la solicitud porque no enviaron la información que se les solicitó por correo pero que llegó a direcciones fantasma o fueron rechazadas como spams.

Entre tanto la acción con sentido ambiental en cada uno de los predios no ha cesado y algo muy importante, se fortalecieron con el establecimiento de áreas de restauración y corredores ambientales por parte de sus propietarios y de la Asociación Selva, buscando así áreas propicias para la supervivencia de aves como la caminera tolimense y el atapletes de anteojos, plantando alrededor de 20.000 árboles nativos debidamente alinderados y establecidos. Para la Asociación Selva, el encontrar un grupo de personas sensibles al tema y dispuestos a ampliar el criterio ambiental de sus predios fue terreno abonado y propicio para el logro de sus metas.

Fue justamente el trato con la Asociación Selva y la apreciación de los predios a registrar o potencialmente registrables en un mapa lo que permite percibir su distribución geográfica y lo que sugiere un Corredor Socio Ambiental Nevados cuyo eje es la actividad social alrededor de la vía Cambao – Manizales. La intuición fue que el aumento de la actividad socioeconómica por la apertura de la carretera Bogotá – Manizales incrementará la carga ambiental sobre toda el área en virtud del comercio, el turismo, el tránsito de vehículos, el aumento de los servicios en la vía y centros poblados, la valorización de los predios y demás impactos derivados, en forma relativamente aleatoria y poco regulada legal y culturalmente.

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