Programa: | Reconversión: experiencias sostenibles convincentes |
Bioma: | Bosque Andino, Bosque Subandino |
Línea base: | Predios con presencia de colmenas |
Meta: | Recuperar y consolidar el 100% de los apiarios ya existentesCrear el Corredor Apícola del Ecolectivo Nevados |
Responsable: | Ricardo Rubio |
Antecedentes
Hace poco más de 50 años, la apicultura fue una labor interesante para un gran número de personas vinculadas a la actividad agropecuaria en ésta región; sin el ánimo de exagerar, bien podrían ser más de 200 personas las que habitualmente se ocupaban de la apicultura, con un número alto de colmenas, sin contar las personas que ocasionalmente extraían la miel de enjambres situados en las rocas o árboles; muchos de los apiarios apenas si se visitaban en verano cuando ya tenían miel y solo un porcentaje bajo de los apicultores realizaban un cuidado periódico y técnico de las colmenas, logrando una productividad cercana a las 50 botellas/año en dos cosechas relativamente predecibles: diciembre-enero-febrero y junio-julio-agosto, siendo temprana la de clima cálido y tardía la de zonas frías. Las abejas eran caucásicas, chipriotas y en su mayoría italianas, productivas y dóciles al punto de que apenas se requería ahumador, doble camisa y en pocos casos careta y guantes.
Vale recordar que los ciclos secos y de lluvia eran bastante regulares, los cafetales estaban protegidos por guamos o carboneros que ofrecían grandes cantidades de néctar y polen, había más bosques y rastrojos, en los colegios agrícolas se dictaba una asignatura de apicultura, la aplicación de venenos para cultivos era baja, el ICA junto a las universidades investigaban sobre apicultura publicando sus hallazgos, y la federación Nacional de Cafeteros tenía programas de fomento apícola y extensionistas para acompañar a los apicultores.
La primera crisis fuerte de la apicultura sobreviene a finales de la década de los años 70 del Siglo XX con la llegada de la abeja africanizada que invade las colmenas y sustituye la reina mansa; en poco tiempo las africanizadas aumentan su población y frecuentemente atacan a finqueros, trabajadores y animales domésticos, para posteriormente abandonar la colmena y trasladarse a otras cajas o huecos para así realizar un nuevo ciclo de multiplicación y migración. La frase más escuchada por los apicultores era: “sáqueme esos animales de aquí”, “quién me va a pagar el macho, la vaca o las gallinas” y otros eventos más graves aún. Los apicultores ocasionales que tenían las colmenas en la finca las dejaron enmontar por temor a ser castigados por estas abejas que en menos de un minuto ya le cubrían en ataque masivo.
A dos años de la invasión africanizada el 90% de los apiarios quedaron diezmados; como respuesta, el Comité de Cafeteros distribuyó reinas mansas italianas que sufrieron la misma suerte, luego alemanas que no se adaptaron y finalmente carniolas que se fueron cruzando con las africanas reduciendo la agresividad, pero eran igualmente vagamundas. Solo en las partes altas de la sabana y otros lugares se obtenían reinas relativamente mansas y de tanta hibridación, las anteriores africanizadas cedieron en agresividad, migración y mejoraron productividad, permitiendo de esta manera incrementar paulatinamente el número de apiarios.
No obstante, el alto grado de migración e hibridación favoreció la proliferación de enfermedades hasta ahora inexistentes como el hongo estomacal de nosema y un ácaro muy agresivo: varroa; al igual que en el café, primero un hongo: roya y luego un pequeño insecto: broca, para el cual llegó casi que simultáneamente el Thiodan y otros insecticidas potentes que afectaron además la población apícola. Por esa época, miles de guamos y carboneros que brindaban sombrío a los cafetales fueron talados, buscando el incremento de la productividad por hectárea vía incremento del número de cafetos en unidad de área y por ende una mayor dependencia a los agroquímicos y los créditos bancarios; la evidente quiebra de los finqueros que ya se avizoraba con la ruptura del pacto cafetero, llevó a que muchos cafeteros sobrevivieran con las existencias de maderables disponibles en el predio y unos años después buscaran su redención monetaria con las modas del maracuyá, gulupa, tomate de árbol, lulo y el aguacate en explotación intensiva, más créditos e insecticidas más devastadores.
Fueron cerca de 20 años de adversidad para el sector apícola, que apenas logró un ascenso significativo en la primera década del Siglo XXI con la reestructuración del Plan Colombia, cuando USA decide reorientar su política contrainsurgente combinando la acción militar con el fortalecimiento de la gobernanza local y el desarrollo de acciones sociales y productivas. En las llamadas zonas de consolidación se promovieron numerosos proyectos apícolas, hubo capacitación de un gran número de personas y facilidades para la adquisición de los materiales requeridos en ésta labor prosperando así las fábricas de material apícola, los criaderos de reinas y la venta de núcleos; las zonas de consolidación, especialmente en los departamentos de la Costa Atlántica, se mostraban propicios para la apicultura por la abundancia de bosques, grandes propiedades ganaderas y un clima predominantemente seco.
No obstante y aun cuando no hay un balance de los resultados una década después, al parecer un porcentaje importante de estos apiarios decayó por circunstancias como la vinculación de personas que se anotan en todos los proyectos para “cazar rentas”, por la ausencia de control sobre mieles falsas que bajan el precio interno, por alto grado de enjambrazón y poca reposición, por dependencia frente a recursos institucionales y algo muy importante, se carece de investigación en desarrollo genético y en enfermedades, no hay control de mieles falsas y de insecticidas, ausencia de laboratorios para evaluar la calidad de las mieles y la trazabilidad de tóxicos, no hay capacitación y extensión apícola entre otros muchos aspectos que inciden para la precariedad de la apicultura en Colombia.
Un ejemplo para el caso de la miel: Cuba con 110.000 km2 exportó 8.500 t/2022, Uruguay con 176.000 km2 produjo 13.800 t/2022, Turquía con 783.000 km2 114.000 t/2022 mientras Colombia con 1.142.000 km2 produjo 7.000 t/2022, sin que estas cifras sean del todo confiables por la carencia de extensionistas que lleguen directamente al apicultor y pueda registrar las variaciones derivadas de las alteraciones climáticas o pérdida de colmenas por insecticidas, enjambrazón o enfermedad. De hecho, la información de la Cadena Apícola del Ministerio de Agricultura para el año 2021 hablaba de poco más de 140.000 colmenas con un promedio aproximado de 30 kg/año, lo que representaba 4.200 t/año; en tal caso, resultaría discutible que en el año 2022 se hubiese incrementado hasta 230.000 el número de colmenas o que los promedios se hubiesen duplicado en el mismo periodo.
Tendencia actual
Es probable que en el Ecolectivo Nevados el número de colmenas no sobrepase las 400 y el de apicultores ronde los 60, lo que significa que la reactivación en esta actividad ha sido baja por los factores ya mencionados; muchos de los nuevos apicultores han establecido pequeños apiarios con la intención de polinizar sus cultivos, obtener miel para el consumo y con fines ambientales en general, y apenas si se podría pensar en cerca de 5 apicultores con apiarios que garantizan su vivencia en caso de optimizarse. A lo anterior hay que agregar que en la zona plana se dificulta la apicultura por la existencia de cultivos agroindustriales intensivos en el uso de insumos agropecuarios altamente tóxicos para las abejas y el incremento de cultivos transgénicos, mientras en la cordillera la prevalencia de propiedades pequeñas o medianas, hace impredecible que un vecino le dé por cultivar maracuyá, aguacate, tomate de árbol, lulo o papa que también reciben aplicaciones altamente tóxicas; adicional a lo anterior, se requieren abejas mansas por la cercanía de los apiarios a casas, caminos o áreas de laboreo.
Definiendo el rumbo
Pese a todo lo anterior, son cada vez más las personas que cuidan de las abejas o quisieran tenerlas con los propósitos ambientales, de polinización o para diversificar la producción y dieta nutricional, lo que ya es un buen punto de partida, más aún cuando la cobertura de bosques puede llegar a un 30% del total del área del corredor, hay una tendencia en el mercado a vigilar y rechazar alimentos cultivados con productos de alta toxicidad, también podría avanzarse en el mejoramiento genético de las abejas para aumentar su mansedumbre, productividad y resistencia a las plagas; la demanda de productos de la colmena de buena calidad se incrementa al interior del país, y el precio interno de los derivados de la apicultura es comparativamente alto con relación al precio internacional.
Todo lo anterior requiere a nivel general:
- Zonificación cultural de las áreas promisorias para la apicultura cercanas a bosques, rastrojos y cultivos que requieren baja aplicación de venenos.
- Mayor control social y cultural a la aplicación de venenos en los cultivos y de ser posible una acción institucional decidida en tal sentido.
- Fácil acceso y uso de laboratorios de trazabilidad de mieles y demás productos de la colmena.
- Incremento al control social y cultural de mieles falsas y si fuese posible, control gubernamental.
- Ideal si las entidades gubernamentales erigen institutos de investigación apícola en lo concerniente al desarrollo y distribución de material genético pertinente, estudio de enfermedades y plagas, laboratorios para trazabilidad y calidad, publicaciones y un sistema de extensión regular y de calidad para el sector. Modelos como el de Uruguay o Cuba resultan muy ilustrativos.
- Programas de postgrado en entomología y apicultura, como ocurre en muchos otros países y más aún, líneas de investigación sobre terapias médicas a partir de los productos de la colmena.
A nivel del Corredor Socioambiental se debe:
- Recuperar y consolidar los apiarios ya existentes en áreas con bajo riesgo de venenos, lo que significa dotar a los apicultores de los núcleos necesarios para restablecer el número inicial de colmenas en el apiario y fomentar la producción de núcleos de abejas ya adaptadas al medio, productivas y relativamente mansas y resistentes a enfermedades y plagas.
- Fomentar la reconversión agrícola hacia el manejo orgánico de los problemas fitosanitarios, al menos en las áreas aledañas a los apiarios.
- Coordinar ciclos de control de la varroa, de tal manera que se reduzca la población de estos ácaros.
- Promover la siembra de plantas benéficas para las abejas, que generalmente son también forrajeras, medicinales, madereras u ornamentales.